martes, 20 de noviembre de 2012

LA DEFENSA DE FRANCISCO ALFONSO


La defensa de Francisco Alfonso en el proceso judicial por el supuesto delito de injurias es encomendada al letrado Juan Petit Alonso.

Juan Petit Alonso, abogado y periodista, nació en Vitigudino (Salamanca) pero mantuvo fuertes lazos con Fermoselle (Zamora), de dónde procedía su familia política.

Como periodista tuvo una fecunda trayectoria. Fue colaborador, redactor, corresponsal y director de varios diarios y revistas como El Progreso, periódico político bisemanal que se editaba en Salamanca, La Opinión, semanario independiente que se publicaba en Ciudad Rodrigo, y ya en 1897 dirige La Opinión de Zamora hasta octubre de 1898 en que tanto la imprenta como el periódico son adquiridos por Enrique Calamita refundiendo dicho diario en el Heraldo de Zamora.
En 1899 se le concede autorización para publicar en esta capital un periódico semanal llamado El Imparcial Zamorano.
Desde 1893 y hasta 1906 es corresponsal en Zamora del histórico diario madrileño El Imparcial. Ese mismo año es nombrado redactor corresponsal en esta provincia del recién fundado diario madrileño España Nueva.
En 1911 es nombrado abogado corresponsal de la revista de información de tribunales el Heraldo Judicial.

Fue redactor jefe de Heraldo de Zamora, dónde dejó numerosas muestras de su afición taurina bajo la firma del seudónimo J. Puyitas. En 1910 le confiere la alternativa de la revista taurina de Heraldo de Zamora a Francisco Alfonso, tal y como afirma en la propia crónica de San Pedro de 1910.
Ese mismo año dirije el primer número de la revista taurina Caireles y Pitones.

Compañero inseparable de Francisco Alfonso en las excursiones taurinas a Salamanca, Toro, Benavente o Astorga, donde Un Cojo sin muleta realizaba la revista taurina y J. Puyitas la crónica del resto de espectáculos y de sociedad.

Se licencia en derecho por la Facultad de Derecho de la Universidad de Salamanca en 1885 y antes de abrir su propio despacho de abogados ejerce como fiscal municipal de Ciudad Rodrigo (1887-1889) y de Zamora de 1889 hasta 1903 en que es nombrado Magistrado suplente de la Audiencia Provincial.



El día en la Audiencia.


Con mayor concurrencia de público que en los días anteriores hoy ha continuado en la audiencia la vista del proceso seguido contra nuestros compañeros Francisco Alfonso y Carlos Calamita por el supuesto delito de injurias a instancia de don Constancio Arias Rodríguez, ex director de El Correo de Zamora, diario tradicionalista con censura eclesiástica.

En estrados se hallaban con toga, infinidad de abogados de este ilustre Colegio, y en sitio preferente veíanse multitud de personas escogidas y de calidad, entre las que descollaban muchos sacerdotes.

Entra la mayor expectación, el presidente de la Audiencia a las once de la mañana concedió la palabra al letrado defensor de don Francisco Alfonso

El señor Petit.

Con sus energías características y con las dotes que le son reconocidas como abogado, comenzó recogiendo ciertas frases y conceptos vertidos por el querellante y que el orador estimaba ofensivas para su dignidad profesional.
Habilísimamente, deshizo con razonamientos los cargos gratuitos del querellante dirigidos al Tribunal Supremo, a la Sala de esta Audiencia que falló la querella seguida contra don Enrique Calamita, a los secretarios de Ayuntamiento y al dignísimo sacerdote don Martín Luelmo así como a otras personas que en el transcurso del informe del querellante fueron objetos de durísimos conceptos y apreciaciones.

Después, justificó hasta la saciedad que el proceso no tenia otro origen que el deseo de una venganza o de conseguir una indemnización civil tan fantástica como la apreciación de creer en la existencia de un hecho punible al publicarse el artículo Oye tú... Para Constancio Arias, por cuyo trabajo periodístico se traía al banquillo de los acusados a un modesto obrero de la inteligencia, a un hijo de humilde familia que, imposibilitado para el trabajo material y cuando apenas contaba cinco años de edad había sufrido la desgracia de perder a su padre, y a fuerza de laboriosidad e inteligencia y honradez conseguir escalar la dirección de un periódico manteniendo, modestamente, si; pero con dignidad también, a su anciana madre, a su esposa e hijos.

El señor Petit manifestó que con mucha modestia tenía que significar a la Sala, que si de algún compañero debía esperar gratitud, tenía que ser del querellante, a quien guardó siempre en este y otros procesos consideraciones que con harto sentimiento se veía en la precisión de recordar.

Seguidamente analizó desde el punto de vista jurídico el trabajo periodístico objeto de la querella, aduciendo en justicia de que no era penable sólidos razonamientos y atinadísimas consideraciones, para conseguir demostrar que aun en el caso de que cualquiera de las frases de dicho artículo pudieran resultar mortificantes, por la ocasión, el motivo y las circunstancias y muy especialmente por la intención indudable de no haberse propuesto su autor otra cosa que repeler una agresión injusta en terreno periodístico que se le había dirigido desde el diario del querellante, estaba fuera de duda que el hecho controvertido no es delictivo.

Terminó, su brillante informe el defensor de Francisco Alfonso interesando una vez mas que a favor de éste se dictase un fallo absolutorio con todos los pronunciamientos favorables al mismo, imponiendo las costas al querellante por su temeridad y protestando el letrado de que por esta vez haría efectiva, su minuta de honorarios a un compañero en el foro y en el periodismo, pero que esos honorarios, serían distribuidos entre los obreros a quienes mortificó el querellante para que el día en que éste llorase la pérdida de su anciana y respetable madre, fueran a orar sobre la tumba de ésta.

El señor presidente suspendió la vista para continuarla el lunes a las diez y media de la mañana.


Heraldo de Zamora, 25/10/1913

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