miércoles, 2 de mayo de 2012

POR EL ALMA DE UN COMPAÑERO : ABELARDO DE BARRIO

El 7 de enero, el cadáver de Abelardo de Barrio es conducido a su última morada en Mombuey.
Su paso por este mundo deja en las páginas del Heraldo un imborrable recuerdo, y numerosas muestras de cariño y admiración hacia una persona de trato afable y bondad inusitada.

Mombuey, su pueblo, como él lo llamaba a pesar de no haber nacido en él, le rinde un merecido tributo de agradecimiento acompañando a la entristecida familia en este postrero acto.

Tres semanas antes había regresado a su pueblo en busca de recuperar la salud perdida. Y allí exhalaría su último suspiro.

Su cadáver encerrado en severa y sencilla caja, fue llevado desde la casa de sus padres al cementerio, en hombros de cuatro amigos. De la caja pendían cuatro cintas, regalo de sus padres, que también eran portadas por cuatro de sus íntimos. Colocado sobre la caja, iba un hermoso lazo con la inscripción : «Recuerdo de sus amigos». Formaba el cortejo fúnebre, en larga fila, el pueblo en masa, niños, jóvenes y ancianos y algunos forasteros de los pueblos limítrofes.

Un día mas tarde, sus compañeros de la redacción del Heraldo, celebrarían una misa de funeral por el eterno descanso de su alma en la iglesia parroquial de San Torcuato, a la que asistiría también una representación del Regimiento Toledo, donde prestaba su servicio militar como cabo, con el coronel al frente, D. Guillermo de Reyna.



POR EL ALMA DE UN COMPAÑERO.


Los funerales de hoy.

Hondamente apenados por la sensible desgracia de haber perdido para siempre al que en vida fue nuestro querido amigo y cariñoso compañero de Redacción, don Abelardo de Barrio Santiago, en la mañana de hoy hubimos de tributar a su memoria un recuerdo cristiano celebrando solemnes funerales por el alma del malogrado joven, en la Iglesia parroquial de San Torcuato.

Como de nuestro sentimiento participaban también los señores jefes, oficiales e individuos de tropa del brillante regimiento Toledo, donde prestaba servicios el bondadoso Abelardo, estimamos un deber invitarles al fúnebre acto, y fuimos honrados con la presencia de todos ellos que así querían testimoniar el afecto y consideración que les merecía nuestro inolvidable compañero.

A rendir este tributo, contribuyeron con la Redacción de HERALDO DE ZAMORA además, muchos amigos particulares.

A las nueve y media en punto el amplio templo parroquial de San Torcuato, se hallaba totalmente ocupado, y el párroco señor don Santos Pascual, acompañado de los coadjutores de dicha iglesia, entonaron acompañados por cantores y órgano, solemne oficio de difuntos, y más tarde el Santa Sacrificio de la misa de Réquiem.

Presidieron el duelo, ocupando los sitiales del lado del Evangelio, el coronel del regimiento Toledo, señor Reyna; los tenientes coroneles, don Juan Calero y don Juan Fernández; el capitán secretario, don Francisco Sánchez de Castilla; don Enrique Calamita Matilla, en representación de la familia, y don Carlos Calamita, secretario y redactor de HERALDO DE ZAMORA.

Al lado derecho del altar mayor y en los sitiales de la Epístola, se hallaban los primeros tenientes don Nicanor Cisneros y don José Soria; y en representación del HERALDO, su director don Francisco Alfonso, los redactores don Juan Petit Alonso, don Enrique Calamita Ruy-Wamba y el administrador del mismo don Julio Calamita Matilla.

Dos cabos, compañeros del finado, don Claudio Rivera y don Manuel Hernández, ayudaron en la ceremonia religiosa, terminada la cual nuestros compañeros señores Calamita (E. y C.) y Petit, acompañaron hasta la salida del templo a los señores coronel, jefes oficiales y clase de tropa que asistieron al acto; y que hicieron presente su sentimiento por la prematura muerte del digno subalterno, rogándonos que así se lo anticipásemos a la dolorida familia.

En nombre de ésta y en el nuestro, profundamente agradecemos esta prueba de cariño y consideración, que como testimonio póstumo se ha guardado al infortunado joven.

Descanse en paz, y Dios conceda a su atribulada familia, la resignación cristiana necesaria para soportar la desgracia que hoy llora, y a la que envía sus consuelos la Redacción de HERALDO DE ZAMORA.

Heraldo de Zamora, 08/01/1913

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