miércoles, 7 de diciembre de 2011

NOVILLADA EN TORO. SAN AGUSTIN 1911

A pocos días de tomar la alternativa en la plaza de Valladolid, Pacomio Peribañez, aun novillero, participa en una novillada el domingo de baratillo, durante las fiestas de San Agustín de 1911 en Toro.
Le acompañan formando parte de su cuadrilla, sus dos hermanos, Tomás, como banderillero y David que debutaba como peón de brega.
Tomas Peribañez, fallecería en agosto de 1912, con tan solo 23 años de edad, cuando en la plaza de Colmenar Viejo en Madrid, fue mortalmente corneado en la ingle derecha.
En Valladolid, recuerdan todos los años al malogrado banderillero con la entrega del premio, que lleva su nombre, al quite más artístico durante la Feria de la Virgen de San Lorenzo.
La novillada no estuvo exenta de polémica y el público originó diversos incidentes lanzando sandías al ruedo, llegando una de ellas a impactar en la cabeza del picador Marinero.
En la crónica podemos descubrir la riqueza del léxico taurino, bien en la descripción de los toros, “abierto de cuerna”, “brocho” (con los cuernos muy cortos), o con la mención de objetos taurino “castoreño” ( sombrero del picador) “flámula” (muleta), y otras expresiones en desuso como “quinqué” (que tiene mucha vista) o “despanar” (ayudar a morir).
Además nos obsequia con su particular ironía, abundando en las exageraciones con frases como :

y el toro se acuesta aburrido para que lo despane el puntillero”
le metió el castoreño hasta las orejas.”
los varilargueros habían armado allá mas boca que la de un volcán.”
y aquello parecía un almacén de rehiletes”
el carrero murió de los disgustos que le proporcionó su contrincante con el estoque.”



Novillada en Toro.

Cinco Carreros u lo que fueran, para Pacomio Peribañez y su hermanito el mediano.

Como habíamos anunciado, ayer tarde se celebró en el antiguo circo taurino de Toro la novillada organizada con el exclusivo fin de dar mayor animación a las tradicionales ferias de San Agustín, este año flojas por falta de cuernos en su correspondiente día.
En la ciudad de Doña Elvira reinaba extraordinario entusiasmo por ver torear al chico de Valladolid, y éste, por llevar la contraria, defraudó los deseos de todos, y el pobrecito Pacomio no hizo mas que salir del paso como pudo, siendo su labor deficiente; por cuyo motivo he de concretarme también a cumplir a la ligera con mis lectores, y en pocas cuartillas diré lo que ocurrió ayer tarde en el coso del campo de San Francisco.
La temperatura al frito, y la entrada mas que regular, para salvar gastos.
En los palcos preciosas muchachas luciendo soberbios pañolones de Manila, y en el presidencial, el concejal Lorenzo Alonso Medina, con su asesor el secretario, señor Badate.
A las cuatro y minutos aparece en el ruedo Pacomio con su gente, y el público bate palmas a la guapeza de los muchachos, y especialmente a David Peribañez, el menor de los hermanos, el cual debutaba como peón de brega en plaza cerrada.
Los chicos ofrecen los capotes de paseo a los de barreras, y Adrián Rodríguez, Fresco, tuvo la galantería de enviárnoslo a los chicos del Heraldo de Zamora y del Amigo del Pueblo, de Toro.

Todos en sus puestos, saltó a la arena un toro, grande, abierto de cuerna, y a las primeras de cambio se declaró buey.
Pacomio le tendió el capote varias veces, pero como el cornúpeto estaba huido, la labor del muchacho fue simple y sin lucimiento.
De Catalino y Santamaría,recibió el buró cinco puyazos, saliéndose solo de la suerte.
Fresquito de Madrid, prende un par desigual; Tomás Peribañez, otro bueno de frente; repite el primero con otro super, y el hermano del maestro clava medio aprovechando.
Pacomio brinda por los toresanos y por los de su tierra, muletea con la izquierda y en cuanto preparó se tira, agarrando una estocada un poco delantera, escupiendo el toro el pincho.
Nueva preparación; sufre una colada peligrosa, pues el morlaco estaba de mucho cuidado, y en cuanto pudo hundió el estoque un poco atravesado.
El toro fue al desolladero.
Tomás Peribañez, con mucho quinqué, defendiendo a su hermano. (Aplausos).

Bambolero salió en segundo lugar. Era torito pequeño,con muchos pies y resentido de la mano izquierda.
El maestro le dio unos cuantos capotazos, pasando el cornúpeto a jurisdicción de Marinero y Alegrías, picadores u lo que fueran de tanda.
Sin codicia toma cuatro varas por un tumbo de Alegrías.
Pacomio hizo un quite regular.
Fresco elevo par y medio de rehiletes y Petaca otro bastante caidito.
Pacomio trastea con desconfianza por las condiciones del bichejo, y aprovechando la ocasión de que Bambolero humilla, se tira con coraje y prende una estocada costillera con tendencia a bajonazo.
Los peones se convierten en enterradores y atontecen al animal.
Pacomio da otro pinchazo, un bajonazo, repite la suerte, intenta tres veces descabellar, y el toro se acuesta aburrido para que lo despane el puntillero.

Salió en tercer puesto un toro grande, negro, brocho y astillado del izquierdo.
Pacomio le paró los pies con unos mantazos, pues repito que el diestro no se quiso lucir y toda su gasolinaBenavente, y pasa entendérselas con Catalino y Santamaría, convirtiéndose el anillo en un herradero.
¡¡Caballos!! ¡¡Caballos!! gritaba el pueblo soberano, cuando salió Marinero, y colocado en suerte para picar, recibió un sandiazo en la cabeza que le metió el castoreño hasta las orejas.
Marinero, enfurecido de la salvajada, y no se la puede calificar de otra forma, abandonó la cabalgadura y se internó en el patio de caballos.
El morrillo del toro era una carnecería y los varilargueros habían armado allá mas boca que la de un volcán.
El público indignado, apedrea a Catalino y Santamaría, y en menos de un segundo la Plaza quedó convertida en un melonar.
Tal fue la lluvia de sandías y cáscaras que cayeron sobre los dos jinetes, que los pobrecillos tuvieron que retirarse del redondel sin permiso de la presidencia ni del maestro.
El buró corriendo por la Plaza, el público protestando, Pacomio llamando a los de aúpa y éstos sin querer salir ante la tempestad que se les venía encima.
Por fin salieron, y de los que ocupaban gradas y tendidos de sol recibieron otra lluvia de proyectiles.
La res, después de intentar saltar la barrera, tomó una buena vara de Catalino, cambiándose el tercio.
Tomás Peribañez y Fresquito adornaron lo que tuvo por morrillo el animal con cinco pares y medio de las largas, y aquello parecía un almacén de rehiletes.
El cornúpeto pasó a entendérselas con el chico de los Peribañez, y para no molestar al lector, diré que el carrero murió de los disgustos que le proporcionó su contrincante con el estoque.

El cuarto, llamado Barroso, era un torito de casta y bravuconcillo.
De Catalino y Marinero recibió cinco sangrías con desmonte y pérdida de una sardina.
Los picadores son obsequiados con otra porción de cáscaras de sandías.
A todo esto, las autoridades en sus puestos y la cárcel vacía.
Pacomio clavó un buen par; Fresco medio; Petaca, uno, repitiendo Fresquito con otro.
El maestro tendió la flámula y pasó a Barroso con alguna más inteligencia que a los otros anteriores carreros, y aprovechando, arrea una estocada hasta la cruz con salida del pincho por los bajos.
Los inteligentes aplauden, piden la oreja para Pacomio; la presidencia la concede y el diestro, dormido en los laureles, da vuelta al ruedo contestando a la ovación.

Para Tomas Peribañez, que actuaba de sobresaliente, le soltaron un torete de regular tamaño, cortito de pitones y escurridizo de carnes.
Antes de salir este animal al ruedo, feneció un caballo de los picadores de tanda, y al ser arrastrado por las mulillas, los mozos encargados del servicio colocaron la onda al revés, es decir el jamelgo fue llevado por las patas.
El hermano mediano de Pacomio lanceó al bicho con algún lucimiento, y después de cumplir en varas, el maestro de cuadrilla con banderilleo con elegancia y Fresco cerró el tercio con un par bueno.
Tomás dio tres pases magistrales, y en cuanto igualó el toro, se tiró con reaños, sufriendo fuertísimo palotazo en el vientre.
El diestro palideció y el público creyó que Tomas tenía una cornada grave en vista del sufrimiento que se le notaba en el rostro y forma de quejarse.
A los pocos segundos le pasó el dolor, que debió ser tremendo, y empuñando los trastes pasó nuevamente a su enemigo, y de otras dos estocadas lo mando al desolladero.

RESUMEN

El ganado mansurreando, de poco poder y haciendo cosas muy feas.
Pacomio, con poca fortuna y apático toda la tarde.
Los picadores, infernales.
Con la capa, Tomás Peribañez y Fresco.
Con los palos, los mismos.
Caballos muertos, cinco.
La presidencia, detestable, y hasta otra.
Bolele, que coristas vimos ayer en Toro.
De los restantes festejos y excursión realizada a Toro, mañana se encargará de hacer la reseña el compañero Puyitas.

Un cojo sin muleta
Heraldo de Zamora, 4/09/1911

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