martes, 20 de diciembre de 2011

OYE, TÚ...

El hallazgo de este artículo arrojó una nueva revelación sobre la figura de mi abuelo Francisco Alfonso. Como ya he comentado al iniciar este blog, poco sabíamos sobre él, más allá de que escribía crónicas taurinas en el Heraldo bajo el seudónimo de Un cojo sin muleta, cuanto menos que llegó a dirigirlo durante una etapa.
Bien podía decirse, que nos enteramos por la prensa...

La publicación de la noticia por parte de El Correo de Zamora, despierta en Francisco Alfonso una considerable indignación.
No se puede ignorar que el término oficialmente, aparece en cursiva, como si el autor quisiera poner en duda realmente el nombramiento, lo que en cierto modo parece lógico, a tenor de la tesis que sostengo, de que el nombramiento bien pudiera deberse a una estrategia defensiva por parte del propietario y, ahora ya ex-director Enrique Calamita.

También le produce un inusitado enojo que el artículo ponga en duda el nombramiento aludiendo que continúa recogiendo información como un reportero, como si dirigir un periódico le eximiera de su verdadero oficio que es el periodismo.

Por otro lado es interesante advertir como alude a la Ley de Policía de Imprenta, vigente desde 1883, y que según su criterio no permite o no da derecho a exigir responsabilidades a su director. Lo cierto es que dicha ley recoge en su artículo noveno que :

La representación de todo periódico ante las Autoridades y Tribunales corresponde al Director del mismo, y en su defecto, al propietario, sin perjuicio de la responsabilidad civil o criminal que puedan tener otras personas por delitos o faltas cometidos por medio del periódico.”

Según Carlos Soria en La Ley española de Policía de Imprenta de 1883, efectivamente el director es el representante del periódico ante las autoridades y tribunales, pero no el responsable civil o criminal por los delitos o faltas que otras personas cometan por medio del periódico.

He de señalar, para conocer el extraordinario enfado de Francisco Alfonso, que llegar hasta a sugerir una velada amenaza no verbal contra Constancio Arias :

pues dispuesto me hallo a responder a tus provocaciones solapadas y ruines con el tesón y la gallardía que ponen los hombres honrados en todos sus actos. Creo que me entenderás.”


OYE, TÚ...

Para Constancio Arias

Ayer en el periódico que dirige este seminarista renegado y desagradecido, se inserta la siguiente noticia:

"Hoy nos enteramos de que oficialmente es director del periódico local Heraldo de Zamora, desde finales de Diciembre último, don Francisco Alfonso, a quien creíamos solamente reporter del colega por haberle visto, incluso hoy mismo, recogiendo información por la calle y los centros oficiales.
Felicitémosle por el ascenso alcanzado.”

Muchas gracias por la felicitación. Y ahora, vamos a cuentas.
Yo, con toda mi alma lamento tu actitud, que si no corriges, va a colocarte los garbanzos a kilómetro y medio de distancia de los maxilares. (Vulgo quijada). Es lo que debo a tu deferencia, y ante todo, los compañeros tienen que guardarse reciprocidad.
En efecto; yo dirijo el HERALDO DE ZAMORA desde Diciembre, y mucho me satisfice que hasta la fecha no te hayas enterado, Constancio. Es buena prueba de que no lo hago mal.
Todo el publico se hace cargo de tu gestión al frente de El Correo, que a trallazos y con unas tijeras procuras encauzar. Primera diferencia.

No niego, por el contrario, afirmo con orgullo, que yo recojo información por la calle. De la calle, en efecto, esto es lo que recojo. Tú cualquiera diría, viéndote pasar con la vista al suelo, que buscas en el arroyo lo que los demás arrojamos. Segunda diferencia.

Tampoco es incompatible hacer información y dirigir un periódico. Uno de tus antecesores, don Maximino Barrios, al frente estuvo de El Correo, y las noches de sesión en el Ayuntamiento, dignamente ocupaba un puesto de reporter en la mesa de la Prensa. Y que conste que no puedes compararte con aquel hombre. Tercera diferencia, duple.

De la calle, recojo información, y no toda la que tomo es publicada. Verás. ¿Quieres que cuente el lance que te ocurrió no hace mucho tiempo con un correligionario tuyo, quien no te castigó muy merecidamente por cierto, gracias a la pronta intervención de tres ó cuatro personas que presenciaron el tupé que tienes? Contesta afirmativamente y da por seguro que sale al público la noticia con detalles, Quijote averiado.
Y con ese, olvidamos continuar marcando las diferencias que nos separan. Pero ya son bastantes.

Ahora, vamos a ver en lo que nos parecemos.
Aunque mi periódico tiene más público que al tuyo, los dos dirigimos cada cual su diario, y por ello cobramos nuestro sueldo.
Igualdades. Mas dentro de ellas, yo cobro más que tú, soy más inteligente que tú y de más capacidad.
Voy a demostrarlo.
Jamás se me hubiera a mí ocurrido para exigir responsabilidades por injurias que en un periódico se me dirigieran, querellarme contra nadie más que contra el director del mismo. Tú, Savigni de la Nava, has puesto de manifiesto que no conoces ni siquiera la Ley de Policía de Imprenta. Puedes colgar el título.

¿Será acaso que te baste con esa ley del embudo que aplicas en tus provocaciones diarias unas veces a nosotros y otras a quienes no pueden defenderse como son los obreros, el pueblo honrado que trabaja y que tiene un derecho indiscutible a la huelga, y al cual tú calificas con esa pluma pronta e inconsciente que tienes, de manera que parece que estás escribiendo la historia del Carlismo pletórica de asesinatos, de crímenes, de horrores abominables. Es para lo único que sirves...

¿Y católico? No se te ocurrirá hablar de catolicismo, pero si así es, te adelanto que puedes encomendar al censor un expurgo prudentísimo de lo que escribas contra mi; te aconsejo prudencia, pues dispuesto me hallo a responder a tus provocaciones solapadas y ruines con el tesón y la gallardía que ponen los hombres honrados en todos sus actos. Creo que me entenderás. No bajes los ojos; mira, si puedes, cara a cara, y fíjate en la expresión de mi rostro, por el que a la hora del trabajo corre el sudor que no permitirá de tu pluma mercenaria y de indocumentado el menor desliz.

Parece que oigo lo que dices: ¡ Al Juzgado! ¡Al Juzgado!
¿Quieres? Ya sabes el camino. Prepara la demanda de conciliación, y desde ahora yo renuncio a la avenencia; yo no transijo por nada contigo. Y mientras tú haces eso, yo, mostrándome parte, presentaré querella contra ti por el artículo que en el papel que diriges insertaste el día 18 de Abril, arremetiendo rabiosamente contra los jueces dignísimos que en el Supremo dictaron justa sentencia absolviendo al director que fue del Heraldo, don Enrique Calamita.
A ver, a ver los valientes, colega que parece denigrarse por recoger información de la calle y recoge otra cosa, vamos a ver si nos ponemos de acuerdo los dos directores.

Estoy a tus órdenes y esperando que de un momento a otro pidan a la justicia que me detenga y me incomunique, como no ha mucho pedías, causando la hilaridad de los que te escuchaban, contra una persona que para ti ya no existe en el Heraldo donde todos están dispuestos a responder frente a los llamamientos que les hagas en las formas que indiques.

Y en manera alguna se me ocurre pensar en tu cobardía. Eso, nunca. Eres un valiente. Así, pues, voy a terminar, Constancio: A los tribunales los dos, o a casa. Elije. Ese es el dilema.
Puedes leer este artículo a tu confesor, y preguntarle qué haces conmigo. ¿A que no te aconseja que me lleves a los tribunales?
En fin, a verlo vamos.
Queda esperando tu resolución,

El director de
HERALDO DE ZAMORA

(Heraldo de Zamora, 21/09/1911)

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