jueves, 26 de abril de 2012

EL ROBO DE AYER (I)

Con su peculiar estilo, asistimos a otro episodio enmarcado en la Zamora de principios del siglo XX. El robo perpetrado en la calle Viriato, en la casa de don José Fuentes, conocido industrial y la posterior investigación y persecución de uno de los presuntos ladrones.

El texto se caracteriza por el uso de expresiones de la jerga propia de maleantes como estillar, que parece derivar del caló estilar (robar), partía (banda), pápiros (billete de gran valor), najar (huir), quinqué (vista), machacante (moneda de cinco pesetas).



***

Cómo ocurrió.

Ayer tarde, cuando mas frecuentada era la calle de Viriato, a las cinco y media, fue asaltada la casa morada de nuestro estimado amigo el conocido industrial don José Fuentes por dos pájaros de cuenta, desconocidos por cierto de la Policía de esta capital a pesar de haber estado en Zamora varios días y visitado las principales casas de lenocinio, pernoctando la noche del sábado en una de ellas.

Los cacos, dos buenos mozos, bien portados y avecindados en Valladolid, tomaron ayer como campo de batalla para librarla contra la propiedad ajena la casa de nuestro amigo y forzando la puerta de entrada de la habitación con una palanqueta de vuelta, como de unos 50 centímetros de longitud, muy bien conservada y aguzada según hemos podido ver entraron en ella, desvalijando los tres cajones primeros de una cómoda y un armario de luna dando palanquetazos a ambos muebles.

Pepito, así se llama uno de los cacos y parece que al oído se lo han contado al revistero, se quedó de espía en la puerta de la calle por si alguien pudiera llegar a interrumpir la labor de su entrañable amigo Santiaguito, que trabajaba con gran soltura y tranquilidad en las habitaciones estillando 1.350 pesetas en billetes de Banco, tres sortijas de señora, pendientes, mantillas de toallas, cadena de oro, pañuelos de seda de cabal oro, diversas medallas de plata y 29 duros en barras.

Santiago, que es un chico muy listo , logró, en menos de media hora conferir a su propiedad, todos los objetos numerados, y el muy bribón cargó con todo hasta entregar a su compañero parte del botín (2.000 pesetas, según él) diciéndole a la vez que un automóvil o coche era poco para ponerse a salvo de la Policía de Zamora.

Santiago, el jefe de la partía, optó por llevarse los pápiros gordos y en su propia bicicleta se las najó de Zamora por la carretera de Tordesillas.
Cuando Santiago, el jefe de la partida se encontraba trabajando en la morada del señor Fuentes, tuvo la ocurrencia de llegar Faustino, hijo del robado y sintiendo ruido en su casa creyó que era su familia y tomó las de Villadiego sin darse cuenta de que intentaban cambiarle de domicilio.

Próximamente a las seis llegó a la casa don José Fuentes, siendo el primero en observar que su morada había sido robada, y los ladrones, poco atentísimos, no le dejaron tarjeta.

La decepción que sufrió nuestro amigo fue indescriptible, al observar que !os muebles todos estaban en desorden y le faltaba el metálico referido, a cambio de un gemelo labrado de puño, propiedad del osado, que le robó.

El Juzgado se presenta.

Como reguero de pólvora la noticia del robo se extendió por toda la población y los comentarios surgieron, teniendo siempre en cuenta los anteriores robos cometidos en Zamora y cuyos autores no han sido habidos como decimos en el argot periodístico: ¡¡Pobrecita policía!! Que cosas le atribuían; lo saben porque siendo indiscreto tuve la debilidad de decirlo.
Perdona lector, ya no volveré a hacerlo.

Todas, absolutamente todas, las autoridades acudieron en los primeros momentos a la morada del señor Fuentes; el Juzgado de instrucción, los jefes de Policía, agentes, en una palabra, todos los que por su cargo están obligados a perseguir a los ladrones.

Notas, datos, todo tomaron las autoridades para ponerse sobre la pista y trabajar en pro del descubrimiento.
La Policía trabajó sin descanso, poniendo todo cuanto de su parte estaba para lograr hallar a dos hombres altos, bien vestidos, siendo estas las únicas señas que había podido averiguar.

Pepe, Pintas, detective.

El saladísímo Pepe Pintas que lo mismo sirve para guiar cuatro briosos caballos, que para descubrir malhechores puso a la Policía en condiciones de dar con los autores del robo.

Pepito, tuvo el ángel de llamar al aspirante a agente don Manuel Moraga, y manifestarle al oído que a las cinco y media había llegado a su administración de coches un caballero acompañado de Alfonso González (a) Papudo, solicitando un vehículo con dos buenos caballos que lo trasladaran en menos de una hora al apeadero del monte de la Reina, pues había solicitado un automóvil de don Emilio Ruiz Chaves, conocido constructor de carruajes, y no lo tenía.

Don José, que tiene mucho quinqué, preguntó al caballero qué noticias tan urgentes tenía para salir en coche pudiendo utilizar un tren a las 6 y 45 minutos que lo trasladara a Valladolid.

-Señor, ojeó el caballero, mi madre téngola enferma y es necesario llegar a Toro donde tomaré un automóvil.
-Don José replicóle que en Toro no había automóviles.

El caballero.-Yo le digo que sí, pues tengo el de...
Don José.-Si, ya caigo el de Zorrilla.
El caballero.-Ese, el de Zorrilla.

Terminaron el diálogo y Pepito que vio en su poder seis machacantes, telefoneó a la cochera dando órdenes de poner guarniciones al Prestamista y al Usurero, dos magníficos caballos y engancharlos a un coche familiar, que había de guiar Fermín Hurtado, El chico de las patillas.

El caballero salió momentos después por la carretera de Tordesillas ofreciendo al mayoral buena propina, si tomaba el tren en el apeadero.

La Policía o sea don Manuel Moraga y el vigilante don Valentín Gallego también marcharon en el tren correo en busca del pájaro del coche, pues el otro desconocíase su paradero.

Saavedra, Antonio y la Guardia civil, detienen a José.

El convoy llegó al apeadero del monte de la Reina y en la corta parada que hace, salió por el lado derecho de la casa, un sujeto que vestía gabán, gorra y llevaba un colegial, con el cual se cubría la cara.

Intérnase en un departamento de segunda clase y acto seguido hicieron lo propio el revisor del tren señor Saavedra, fiel cumplidor de su cargo, Antonio García el conductor de equipajes y el cabo de la Guardia civil don Florencio Mayor.

Este hizo la detención, y después de cachear debidamente a José López Couceiro, natural de Oporto y residente en Valladolid, comenzó a instruir el correspondiente atestado.


La noticia en Zamora.

Cuando mayores eran las censuras para la Policía, el señor gobernador civil recibió un despacho telegráfico de Toro, suscrito por el señor Moraga, manifestando la detención del autor del robo y su conducción.
Extendimos la noticia por Círculos y cafés, y la opinión pública reaccionó algo en favor de la Policía, que en esta ocasión había sido avizora.

(continuará)

Heraldo de Zamora, 02/12/1912

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