viernes, 27 de abril de 2012

EL ROBO DE AYER (y II)

En la primera parte del artículo, nos relata el robo cometido en la casa de José Fuentes, conocido industrial, a media tarde del domingo primero de diciembre de 1912, en el que dos ladrones forzando la puerta de entrada sustrajeron el dinero en efectivo encontrado, así como diversas joyas.
Gracias a las sospechas que despertaron en Pepe, Pintas, propietario de una empresa de servicios de carruajes, la policía pudo capturar en el apeadero de Montelarreina a uno de los delincuentes.

En esta última parte, Francisco Alfonso nos describirá el viaje realizado en compañía de la policía hasta Toro, donde esperan encontrar al detenido.

Para una mejor comprensión del artículo comentaré algunas de las expresiones que he encontrado mas relevantes:

El amílico que manifiesta que tomaron en su parada de repostaje en Fresno de la Ribera era una especie de aguardiente barato, muy fuerte y de mala calidad.

La alusión que en el capítulo de Herodes a Pilatos realiza, «íbamos a tener a la vista al Raffles de menor cuantía», se refiere con evidente ironía al personaje creado por el escritor inglés inglés Ernest William Hornung (1866-1921), Raffles, uno de los ladrones más famoso de las historias de policías y ladrones.

El recuelo es una café de poca calidad. Y un topista, es un ladrón que para robar usa una palanqueta.
Gachó, en modo despectivo , significa tipo o tío.
Santero, se denomina así a la persona cuya misión es señalar los posibles objetivos o facilitar información a los asaltantes para que preparen el atraco.



***


En busca del ladrón.

La Policía, deseosa de tener entre sus manos a Pepito, salió a la una y media de la madrugada para Toro en una cómoda tartana propiedad del conocido anticuario David Martín y un servidorito de ustedes, guiada por su hermano Eufrasio.

Unos ratos soplando y otros cantando playeras, garrotines y farrucas, llegamos a Fresno de la Ribera, donde reparamos nuestras perdidas fuerzas con un poco de amílico y galletas que nos brindó nuestra paisanita Avelina y su bondadoso esposo Felisín.

Seguimos camino adelante en busca de pan y algo que masticar y, efectivamente, Cayetano Bernardo logró que por una ventana, como a los presos se les sirve la comida por el rastrillo, ¡oh policía! ¡oh Cojo sin muleta! que nos sirvieran un poco de embutido confeccionado el día anterior.

El pobre Domingo, así se llamaba el caballo que arrastraba el modesto carruaje, debía maldecir a los cacos por el mal rato que le hacíamos pasar en medio de la carretera.

Provistos de municiones de comer, beber y arder (conste que no hallamos más que amílico), proseguimos nuestro interrumpido viaje en busca del topista que se encontraba detenido en Toro.

Llovía; el aire húmedo y fino azotaba nuestros delicados rostros. Domingo seguía trotando, y después de cuatro horas de martirio llegamos a la ciudad de doña Elvira, haciendo nuestra entrada por la calle de Diez Macuso, antes de la Corredera.

De Herodes a Pilatos.

Siempre camino adelante, sin perder de vista a Calabuig, pues allí también hay otro excelente churrero como aquí, llegamos a la Casa Consistorial.
Un aguerrido agente, de carrillos chupados, por falta de dentadura, recibe a la Policía y Prensa; en forma despectiva como diciendo, estos están equivocados.

Y efectivamente, allí no se encontraba el trabajador que nosotros íbamos buscando, estaba en la cárcel.

Aquí caigo, allí me levanto, ¡Cáspita! no interpretar mal estas palabras y cúlpese de ello al mal pavimento de las calles, llegamos a la plaza de San Agustín donde se levanta la famosa cárcel celular, proyecto del malogrado jefe del partido liberal don Práxedes Mateo Sagasta, y después de varios aldabonazos en la puerta, nos recibió un vigilante que dijo ser del partido de Benavente.

-Diga amigo.-¿Se encuentra aquí el detenido anoche en el tren?
-No señor , aquí no; será en el cuartel de la Guardia civil.

Como el coro de vagabundos de la zarzuela Alma de Dios, marchamos camino adelante, es decir atravesamos la amplia Plaza de San Agustín, encaminándonos al paseo de San Francisco, donde se aloja el benemérito instituto.

En nuestros semblantes se reflejaba la alegría, porque muy pronto íbamos a tener a la vista al Raffles de menor cuantía.

Llamamos a la puerta. Nos contesta un guardia y la Policía le interroga sobre el preso.

-Señor -dice el guardia-, al que buscan ustedes, está en Medina del Campo, se lo llevaron anoche mis compañeros por orden del teniente coronel don Fernando Moreno, y lo pasarán luego para Zamora.

La decepción no pudo ser más grande.
Nuestros rostros palidecieron y embozados en la pañosa continuamos el calvario, marchando al Ayuntamiento, en busca de refugio.
El providencial guardia era el mismo de antes, pero no se encontraba en la Casa Consistorial, el buen hombre había tenido el gran acierto de refugiarse en un establecimiento donde se expendían churros y recuelo y allí pasamos el rato hasta las ocho de la mañana, que tomamos el tren que nos condujo a Zamora.

Quiénes son los ladrones.

El secreto con que la Guardia civil hace las pesquisas nos impide saber detalles de la vida y milagros de José López Couceiro, de treinta y un años de edad, y de su compañero de profesión, Santiago Ríos, domiciliado en la calle de Panaderos de la capital vallisoletana y amante de una mujer juncal apodada La Chacha.

Allí, según noticias, en casa de La Chacha se estillarían hoy los pápiros que llevaba Santiago y los objetos que tenía José, procedentes del robo.

Santiago es un pájaro de cuidado, salió en bicicleta, que según ha podido olfatear el revistero, era de color verde y tomó la carretera de Tordesillas, pasando a las seis por las cercanías de Coreses.

Puede ser que éste gachó se halle complicado en otros robos efectuados en Zamora anteriormente, y esté en inteligencia con algún santero de nuestra capital.

A Pepe López, le encontró la benemérita 23 duros de los robados, cuatro billetes de 25 pesetas, las medallas, sortijas, pendientes, pañuelos, rosarios, cadenas, mantillas y debajo del colchoncillo del asiento del tren la palanqueta y un formón de gran tamaño.

Se confesó autor del robo, manifestando, según rumores, que él solo actuó de espía y que al salir Santiago díjole, toma estas 2 000 pesetas, y mañana repartiremos.

Nos consta que la benemérita ha telegrafiado a Valladolid ordenando la detención de Santiago.

José fue esta mañana trasladado a Zamora y entregado al juez de instrucción, señor de la Cuesta, con el atestado instruido.

El paso de José por las calles de la capital ha sido presenciado por infinidad de curiosos.

Santiago, detenido.

A las diez de esta mañana se ha recibido un telegrama de Valladolid manifestando que una pareja de la benemérita había logrado detener anoche próximo a aquella capital, a Santiago Ríos, autor material del robo verificado ayer en la morada de nuestro convecino don José Puentes.
Vive en la calle de Panaderos, numero 8.
También fue registrado el domicilio de su amante La Chacha, hallándose alguna documentación que le compromete.
Felicitamos al cabo de la guardia civil señor Mayor, al guardia segundo Juan Figal, señores Saavedra y García por el servicio prestado ayer, y el revistero da las más expresivas gracias al señor Martín y hermano, por las atenciones que con el guardaron.

Heraldo de Zamora, 02/12/1912

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