miércoles, 11 de abril de 2012

LAS FERIAS DE TORO 1912

Como ofrecí a mis lectores, ayer tarde en el tren especial salí para la vecina ciudad de doña Elvira, en compañía de unos cuatrocientos paisanos, pertenecientes a todas las clases sociales.

El tren iba atestado y a las tres de la tarde el convoy hizo alto en la estación de Toro; y unos a pie y otros en coches llegamos a la plaza de San Agustín, donde se celebraba la feria de ganado caballar, mular y asnal.

Según informes, el ferial estaba muy desanimado, siendo escasísimas las cabezas presentadas a la venta y menos los compradores.

No obstante, reinaba animación, bullicio y alegría en la plaza de San Agustín.
El revistero, en compañía de otro zamoranito prudente y corresponsal de varios diarios madrileños. se encaminó al coso taurino, donde había de tener lugar la corrida de toros.

Comienza la fiesta.

El cronista desearía hacer una revista como lo mandan los cánones taurinos, pero el espectáculo no lo mereció, concretándose a decir a ustedes que la entrada era regular, en los palcos un mujerío soberbio, con cada pañolón de manila que era el despiporre.

La presidencia estaba encomendada a un señor que dicen llamarse don Francisco R. Roldán, primer teniente alcalde del Ayuntamiento de aquella ciudad, más grave que don Rodrigo en la horca, y con una chistera que hay que reírse de las casas de siete pisos.
¡Pero qué monísimo estaba don Paquito!
Con el presidente se encontraban el gobernador civil de la provincia, señor Aparicio, y el ganadero señor Calvo.

De los cuatro toros primeros, a excepción del último que fue un buen bicho, los restantes se declararon mansos a las primeras de cambio, y aunque cumplieron en varas, nada de particular hicieron en los otros tercios.

El quinto toro de los lidiados era una cabrita y pertenecía a don Justo Calvo y aunque dejó tres caballos para el arrastre, los varilargueros entregaron sus cabalgaduras, pues de lo contrario naranjitas de la china.
En fin, el ganado no satisfizo ni a los mismos toresanos, y con esto está dicho todo.

La gente de aúpa a excepción del Cid y Alcaráz, nada de notable hizo y picaron desastrosamente como si estuvieran en Villamelones.
Malla que sustituía a Rufino San Vicente, Chiquito de Begoña, tampoco hizo nada que merezca consignarse, pues si mal estuvo con el capote, peor faena hizo con la franela.
Con el pincho cada vez que se lo echaba a la cara agarraba estocadas contrarias, caídas y atravesadas y a dos pobrecitos bichos los atravesó, saliéndole el estoque por los bajos.

En el cuarto toro que fue más manejable, Agustín puso un par de banderillas al quiebro, marcando magistralmente los tres tiempos y con la muleta quiso hacer algo pero sin conseguirlo por perder siempre los terrenos.
El chico es un temerario, no tiene miedo a los toros y lo mismo se tiraba al hilo de las tablas sin cuadrar al cornúpeto que a paso de banderillas.
Para Malla ayer no había cuernos y todo su anhelo era tirar carne al suelo.
Su vida siempre estuvo pendiente de un hilo.

Esquerdo es otro temerario y un ignorante en las lides taurómacas había que verlo con el capote las cosas güenas que hizo en el quinto toro, aquello era volverse loquillo de alegría, y a sus compañeros los mandó retirar con las sacramentales frases de déjame zolo, y quien se quedó zolo en la plaza fue el bicho, por culpa del presidente, que desconociendo absolutamente el reglamento taurino, apuró tanto la suerte de varas, que cuando cambió, el público indignado protestó pidiendo ;¡¡caballos!! ¡¡caballos!! y como siempre, el primer banderillero que fue a cumplir con su cometido, recibió tremenda descarga de cáscaras de sandía, y el hombre, antes de perder la pelleja, decidió por retirarse.

Quince minutos duró el escándalo, y la interrupción de la corrida a causa de que el presidente señor Roldán, y esto se lo dice Un Cojo sin muleta, no tuvo suficiente energía para ordenar a la cuadrilla continuase la lidia, puesto que el toro había tomado cinco puyas.
Desearía el revistero, señor Roldán, conocer como preside S.S. las sesiones municipales; pues como haga lo mismo que ayer, bueno, pero que muy bueno, estará el Concejo toresano. ¿Se lo aconsejó así, el asesor?
Pues si así fue, lo puso en ridículo, y me alegro, porque de esta forma, señor presidente, nos cobramos los forasteros de sus desatenciones.
Tan monumental fue el escándalo, queridísimos lectores, que los veinte o treinta guardias que había formados en el corral, por si era necesaria su intervención, tuvieron que poner pies en polvorosa, y este revistero no se quedó para atrás, al circular la voz de que el toro se había escapado.

Esto es fiel reflejo de lo que ayer ocurrió en la plaza de toros de Toro.

Los banderilleros parearon muy requete mal y hubo peón que clavó un rehilete en el hocico del animal.
Esquerdo remató al quinto de una estocada superior, quizás la mejor de la tarde, pero la agarró por casualidad.
De esta forma, termino la corrida, y hasta otra.

En el teatro.

En el lindo coliseo de la plaza de San Francisco, la Compañía de zarzuela que dirigen los señores Talavera y Cristóbal, representó El húsar de la guardia, El fresco de Goya y El pobre Valbuena.

Guervós, que con gran acierto dirigió anoche la orquesta.

Para esta noche, se anuncia El barbero de Sevilla y Gente menuda en dos actos.

En breve, estreno de las preciosas operetas y zarzuelas, El canto de primavera, El príncipe Casto, El refajo amarillo, El Chico del Cafetín y La casta Susana.

Los fuegos artificiales.

En la plaza de San Francisco se quemó anoche preciosa colección de fuegos artificiales que fueron presenciados por casi todo el vecindario. Mañana el revistero dará cuenta del baile celebrado en el Casino, pues cuando se retiraba del salón, seis de la mañana, parecía que la fiesta comenzaba a animarse.

Un Cojo sin muleta.
Heraldo de Zamora, 29/08/1912

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