jueves, 15 de marzo de 2012

EL VIAJE A POVA : En casa de Mariana

En Pova, una aldea cercana a Miranda de Douro, en la frontera zamorana de España y Portugal han venido sucediéndose noticias a lo largo de 1912, en las que se afirma que una niña ha sido testigo de una aparición de la Virgen. Como consecuencia, numerosas caravanas de peregrinos atraviesan la provincia desde diferentes lugares con el objeto de encontrar curación milagrosa de sus irremediables males.
El Heraldo de Zamora decide enviar a sus afamados reporteros J. Puyitas y Un Cojo sin muleta a la aldea lusa con el fin de experimentar en sus propios cuerpos los milagros del agua y barro curativos.
Durante varios días, El Heraldo publicará en sus páginas los detalles de tan asombroso viaje, tal y como es costumbre en la actualidad en la prensa escrita con las grandes exclusivas.
Seremos testigos del tortuoso viaje desde la capital hasta Fornillos de Aliste, primera escala del viaje, donde pernoctaran en la casa de la mesonera Marcelina. Al día siguiente se encontrarán con el párroco de Moveros, quien hará las veces de cicerone en la visita a la niña santa.
Ya en Pova, nos presentarán a Mariana, que así se llamaba la niña y nos describirán el bello paisaje donde se encuentra enclavada la pradera de la aparición así como las distintas escenas de este cuadro costumbrista de principios del siglo XX.



EL VIAJE A POVA


En casa de Mariana


El camino que conduce del prado de la aparición a Pova, es una continuada guindalera que rodean corpulentos castaños y multitud de caprichosos arbustos.

Pova, pueblo que apenas cuenta 80 vecinos, tiene unas calles tortuosas, un tanto sucias y tristonas como lo son las de todas las aldeas lusitanas.

En la Plaza Mayor una pobre iglesia parroquial de indefinido estilo arquitectónico y raquítico campanario a línea con la modesta casita donde moran la Niña Santa, sus hermanas Isabel, Albertina, Inés, Camila, Carmelina y hermanos Carloto y Julio, con el simpático Manuel, padre de tan numerosa prole y ermitaño hace seis lustros en la veneranda capilla de Nuestra Señora del Nalso, a la que los católicos lusos profesan gran devoción.

Dan entrada a esta humilde choza de la un día pastora Mariana dos ancianas y carcomidas puertas carreteras, cuyo montante cubren grandes haces de leña. En la planta baja, que la forman estrecho corral y no muy grande establo, domicilio de tres hermosos ejemplares de ganado de cerda, arranca amplia escalera de piedra, que conduce al piso principal y único.

Consta éste, del pasadizo, convertido por nosotros en comedor, oscura cocina y una espaciosa sala donde miserables cuatro camas colocadas a dúo, media docena de viejas sillas con asiento de bayón, una pequeña mesa que oficia de coquetón retablo para un diminuto San Antonio de Padua situado en caprichosas andas (regalo el santito, de Ricardo Pintas, hijo) y frente a la puerta de entrada, entre dos antiartísticas ventanas el altariño donde Marianita ora y canta religiosas letrillas.

Sobre una mesa de pintado y negruzco pino, preciosa muñeca vestida de hermana de San Vicente de Paul, pregona la habilidad de la modista autora del hábito; en la pared dos fotografías de la Virgen del Tránsito y nuestra Señora del Nalso, un retrato de guardiña portugués, infinidad de cromos y un bien surtido muestrario de cintas de colores.

Tan caprichosa colección, hubo de ser aumentada por la filia de Manuel con varios retratos de los matadores Bombita, Cocherito de Bilbao, Gaona y Fuentes obsequio de J. Puyitas. Mariana visiblemente emocionada y contenta, pagó con un muito obrigada la atención de nuestro compañero y con especial cuidado y entusiasmo, colocó los diestros a la diestra del carabinero luso, no sin antes haberlo hecho del precioso anuncio de las corridas de mañana y pasado, caprichosa obra tipográfica de los talleres de HERALDO DE ZAMORA.
Y aquí el cronista hace punto, hasta el próximo número, porque exigencias del ajuste a ello obligan.

Heraldo de Zamora, 28/06/1912

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