jueves, 8 de marzo de 2012

¡¡A POVA!! ¡¡A POVA!!

Con una notable dosis de humor, el Heraldo de Zamora, prosigue con la promoción de la excursión que realizaran sus populares redactores, J. Puyitas y Un Cojo sin muleta, a tierras portuguesas.

Ambos compatibilizarán la misión como periodistas de informar de lo que allí acontezca con la de pacientes en busca de un milagro. J. Puyitas desea recuperar el cabello que a causa de la edad ha ido perdiendo. Por su parte Un Cojo sin muleta, viaja con la vana ilusión de reparar la deficiencia física que da nombre a su conocido seudónimo.


¡¡A POVA!! ¡¡A POVA!!


Cada día es mayor el entusiasmo que despierta en nuestros lectores el viaje que ha organizado el HERALDO a Pova con el fin de descubrir las magníficas y estupendas cualidades salutíferas de las aguas y las tierras de Pova, influenciadas por la ingenuidad candorosa de una niña que al despertar a la vida lo hace con una aureola de prístina blancura que da luz para los ojos de los ciegos, paliativo para el dolor de los que sufren, dulzura y alivio al quebranto de los tristes; en una palabra, Marianita, flor exótica en estos tiempos despiadados, aunque portuguesa de origen, bien mereció haber visto la luz primera en otra patria y bajo otro cielo. Porque los portugueses, nuestros vecinos los meninos, aunque estiman la gracia que les ha caído, no saben o no quieren rodearla del aparato que merece.

A Pova irá la excursión del HERALDO a hacer una información precisa y terminante de la grandeza de una virtud que merece las loas de todas las plumas.
Los tristes, los decaídos, los que padecen una enfermedad mental y los que tienen un defecto físico, no se curan porque no quieren.

Nuestro Cojo sin muleta y el sin par J. Puyitas oprimidos por el peso de algo que irregularmente les relaciona en la vida con sus semejantes. Calvo éste y cojo aquél, se deciden a presentarse en Pova, a atravesar nuestra provincia bajo un sol abrasador, viajeros en un coche magnífico de Pintas (padre) seguros de un regreso triunfal, aliviados de sus respectivas dolencias.
No hay pelo que se resista a la virtud curativa de una tierra arcillosa, que disuelta en el agua no deja sedimentos ni posos, y que tomada en ayunas dosificada con prudencia, hace volver el estómago más rebelde a su estado primitivo, regularizando los movimientos peristálticos y antiperistálticos al mismo tiempo que normaliza el corazón, esa víscera que proporciona de ordinario tantos sinsabores por obstrucción de la válvula mitral, que es lubrificada en todos los casos por esa tierra disuelta en el agua de Pova.

Nuestra pluma se resiste a describir los maravillosos y sorprendentes resultados del viaje a Pova. Después de todo, en plazo corto nuestros redactores serán palpable y fehaciente muestra viva de lo que vale la filia de Manuel. Sin embargo, para ir preparando los espíritus describiremos algunas escenas que tuvimos el gusto de presenciar en la Administración de coches de Ricardo, el hijo de Pintas.

Acababan de regresar enfermas de la última excursión ocho o diez personas tullidas que padecían juntamente con el dolor de la vida que en ellas hizo blanco, los ajetreos de un viaje duro y penoso.

Hablábamos con un hombre de cincuenta años de edad próximamente, vecino de Olmedo (Valladolid). Salió de su pueblo en busca de alivio para un padecimiento reumático que pertinazmente le retenía en casa desde Mayo último.
Presentaba grandes inflamaciones en las extremidades. Sus pies parecían los de un hombre de 15 metros de altura que hacían donosa pareja en aquel cuerpo pequeño únicamente con sus manos de gigante.

-¿Se encuentra usted mejor?-Le interrogamos.
-Verá usted. Mejor, mejor, por ahora, no. Pero es efecto del viaje, porque no puedo montar en caballería y he resistido 10 horas a horcajadas en un burro. Pero estoy seguro que desaparecerá mi dolencia porque cosas mayores se han visto. ¿Sabe usted lo del niño que no veía?
-No lo sé. ¿Me lo quiere usted contar?
-Pues verá. El niño es de un pueblo cercano al mío y desde su nacimiento era ciego. Hablaron a su madre de esa niña portuguesa y convencida trajo a la criatura que después de visitar a Marianita poco a poco empezó a ver. Primero veía sombras y después ya, pues nada. Ve como usted y como yo.
-Hombre, me deja usted helado. Yo no veo más que visiones... Eso es muy grande, -respondí.
-Cá. Ahí tiene usted a ese cochero que necesitaba el tratamiento de Erlich.

El cochero, ronco de voz, atajo a mi interlocutor y arrancando las palabras como de un pozo, aseveró la cita.

-Bien, nosotros, al ver que hostigaba a los caballos del tiro con palabras pronunciadas con dureza y trabajosamente, le dijimos que por qué no aprovechaba el viaje para visitar a Mariana. Y ¡oh portento! Ya había hecho la consulta, y merced a ella, poco a poco recobraba la voz, que antes tenía perdida por completo.
-Eso es verdad-dijo el criado.

Y nuestro hombre reumático quejumbroso se lamentó del dolor que padecía. El infeliz, buscando alivio que obtendrá de seguro, habíase bañado en agua fría que por lo visto no es terapéuticamente obrando, conforme con la ciencia bueno más que para despertar la dolencia; pero como la ciencia es una cosa y la virtud de Mariana otra, esta tarde hemos visto trasladarle en una silla a la estación del ferrocarril.

Un Cojo sin muleta y J. Puyitas, edificados por estas pruebas grandiosas de poder, por momentos anhelan el viaje a Pova, que una vez que hemos logrado allanar las dificultades que se nos presentaban, se verificará mañana a las cuatro de la tarde.

Con gran insistencia recibimos visitas y cartas de recomendación, pidiéndonos el señalado favor de acompañar a nuestros amigos.
Con pena, tenemos que desatender esas excitaciones. No hay sitio en el vehículo para trasladar más personas que las que desde un principio se inscribieron en las plazas del coche, que transportará dos toneles, para que a la vuelta contengan 15 cántaros de agua salutífera cada uno, así como también diez sacos de tierra que prometemos regalar a nuestros lectores dolientes.

Mañana anunciaremos el punto de salida de nuestros amigos, que serán despedidos por numerosas personas que se acercan a nuestra Redacción en demanda de noticias del viaje.

J. Puyitas y Un cojo sin muleta, de fijo que cerca de Mariana, hidalgamente cumplirán su cometido de información, armonizado con su carácter de pacientes.

Mañana sale para Pova la primera excursión periodística que ha visitado a Mariana. Esto es bastante para que patenticemos hoy nuestro orgullo.
Quiera la providencia que acompañe a nuestros redactores la fortuna y que allende los límites de nuestra Patria, subiendo a ver a Mariana, que no es manquita, ni coja, hallen la salud que perdieron, Dios sabe como, porqué y cuando.

El caso es que vuelvan... buenos.


Heraldo de Zamora, 21/06/1912

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